miércoles, 21 de marzo de 2018

INSTALADOS EN SU DINASTÍA

Resultado de imagen de Jn 8,31-42, por Fano
Jn 8,31-42
Confundimos los términos. Muchos se creen mejores que otros por su dinastía o procedencia. En este caso, los judíos se consideraban superiores o con más derecho, por ser descendientes de Abraham. Equivocan los términos y establecen una relación de vínculos que no tiene ningún valor. Porque, lo que nos hace hijos de Dios es la fe y la Gracia del Bautismo. Esa es la verdadera herencia que todos tenemos a nuestro alcance, pues depende de nuestra acogida y de nuestra fe, que, por supuesto, la tenemos que pedir.

Hacemos distinciones, clases y dinastías, y nos valoramos según y en cuanto a ellas. Nada más lejos de la realidad. Estamos unidos por el amor y somos incluidos por la fe. Nuestra procedencia no importa, porque no es un asunto de herencia que nos venga dado, sino que la buena Noticia de la salvación nos viene regalada por la fe. Si crees en el Señor, Él te salvará.

Los verdaderos hijos no son los descendientes, que muchos rechazan, sino los herederos de la promesa, que la aceptan, la acogen y creen en ella. Esos son los verdaderos herederos, que coinciden en la mayoría de los casos con los humildes y pobres, los que, excluidos de toda esperanza, se echan en brazos del Señor como único salvador y dador de Vida Eterna.

La fe es la que nos permite ser heredero de la promesa de Abraham. Sin la fe en Jesús no podemos heredar la promesa de Abraham y, por tanto, alcanzar la verdadera y única libertad que nos lleva a la plenitud y a la Vida Eterna. Por lo tanto, no nos creamos mejores de los demás, ni más herederos por pertenecer a esta u otra parroquia; por pertenecer a este u otro grupo o comunidad. Seamos humildes, obedientes y sumisos por la fe a seguir al Señor postrado a sus pies y viviendo en sus enseñanzas. 

Sintamos la alegría de ser cristianos por el simple hecho de ser hijos de Dios. Hijos, que por el Bautismo, se nos ha dado la fe para heredar la promesa de Vida Eterna. Y, agradecidos por esa Gracia, no nos creamos mejores que nadie, sino simples siervos humildes para hacer su Voluntad.

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