lunes, 13 de octubre de 2014

EL PROBLEMA DE SIEMPRE: INCREDULIDAD Y SOBERBIA


Lc 11, 29-32

Es un problema viejo, viene desde la antigüedad. El hombre ensoberbecido no acepta la fe y planta su fe, la que él ha mamado, la que él tiene por buena y donde se siente cómodo e importante. No acepta otras doctrinas. No ve sino su doctrina, y no admite que otro la suplante. Son las luchas religiosas de esta generación perversa.

Jesús es rechazado en su pueblo mismo. Quieren signos que, según su razón, ellos puedan creer. Y no hay más signo que el de la Cruz. La Cruz que nos libera y nos salva. El Señor que con su Pasión nos rescata del pecado y nos gana para el perdón y salvación por la Misericordia del Padre.

Pero el hombre cierra sus ojos y nubla su mente obcecado por el pecado y no se aviene a razones sino buscas signos y milagros que no le serán ofrecidos. Eso es lo que ocurre a nuestro derredor. El hombre se olvida de Dios y organiza un mundo según sus satisfacciones, sus intereses y sus placeres. Observamos asesinatos y muertes de inocentes: hambre, frío, enfermedades, abortos, esclavitud, lujuria, infidelidades, delitos, abusos sexuales a menores, violaciones...etc.

Haz Señor que nuestras vidas se abran a la verdad y que nuestra piedad unificada en tu Amor sea fuente de unidad y de concordia para la paz y la fe. Amén.

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