viernes, 30 de marzo de 2018

JESÚS HA MUERTO

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Jn 18, 1-9. 42
Hoy muere el Señor, y todo se vuelve oscuro y derrotista. Los que le condenaron han vencido. Jesús está solo y varios amigos piden bajarlo para enterrarlo. Su periplo parece haber llegado al final. Ha sido condendado y llevado al matadero como oveja muda y en silencio. Todo nos lleva a visa de derrota y  fracaso. Muchos empiezan el regreso.

Son momentos de reflexión y de espera. Espera, que para uno llevan a caminos de abandono, y, para otros, de resignación y volver a la normalidad. Realmente, ¿qué nos sucede? ¿No hemos comprendido el mensaje de la buena Noticia? ¿Aceptamos el fracaso de Jesús?

Percibimos que la muerte de nuestro Señor Jesús no es el final. Él ha superado todas las pruebas y la gente ha comprobado la fortaleza de su Amor. El centurión ha llegado a pronunciar: "Verdaderamente este era Hijo de Dios". Nace la esperanza y la gloria en la Resurrección de Jesús. El aparente fracaso se vuelve en alegría y triunfo. Jesús ha Resucitado. Es el triunfo del Amor.

En silencio y en paz meditemos esta inmensa alegría, porque también nosotros resucitaremos con y en Jesús. Recordemos todo lo que el Señor nos ha dicho y como todo empieza a despertar dentro de nosotros. Hemos descubierto la Vida y hemos sido creados para Vivir. La muerte es simplemente un tramite que marca el final de nuestro camino en este mundo y da comienzo al verdadero de Vida Eterna.

Y en Jesús tenemos la promesa de tener una Vida Eterna plena de felicidad, paz y amor. Nos quedamos en silencio todo este viernes y sábado hasta experimentar que la muerte ha sido vencida. El domingo todas nuestras esperanzas renacen de nuevo, pero ahora para no irse nunca, para permanecer en la eternidad.

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