viernes, 15 de diciembre de 2017

CERRADOS A LA VERDAD

Mt 11,13-19
No es nada fácil abrirse a la verdad. Hay muchas barreras por el camino que nos lo prohiben, entre ellas la soberbia y la suficiencia. Rectificar supone humildad y reconocer que te equivocas. Y no es fácil. Sí en la teoría, pero no en la práctica. Dar el brazo a torcer remuerde tus entrañas, sobre todo cuando estás delante de alguien que consideras inferior a ti, o se te atraganta su forma de decirte las cosas.

¿Quién eres tú para proclamarte Dios, le decían a Jesús? Porque, sólo Dios puede perdonar los pecados. ¿Quién eres tú para decirme lo que tengo que hacer? Siempre habrá justificaciones y formas de distorsionar la realidad. El autoengaño (el sentimiento de autotraición , va del I al VI) está siempre a mano, y sin darnos cuenta se nos cuela levantando una gran barrera que nos impide ver.

Y desde ahí se originan esos mecanismo de defensa que persiguen autoengañarnos, pues nadan en la mentira y en la irrealidad. Nos traicionamos inconscientemente, pues nos dejamos someter por esas actitudes de soberbia y suficiencia que nos engañan. Ahora, mostramos rechazos porque no nos gusta que nos dirijan, y más tarde protestamos por falta de dirección. Cuando nos tocan la flauta, no bailamos, y cuando no la tocan, queremos bailar.

Porque, viene Juan y lo tachamos de riguroso, de inhumano, de sobrio y ascético. Y cuando se presenta Jesús lo vemos como un comilón y bebedor con toda clase de gente. Siempre tendremos algo que decir, menos aceptar la verdad, y, por muchas vueltas que le demos, la muralla no se derrumbará hasta que nos llenemos de humildad y nos, arrepentidos, confesemos.

Hoy pasa lo mismo. Llegan las navidades y no sabemos que significa. Saltamos y festejamos sin sentido. Hacemos regalos y nos llenamos de comidas y bebida, pero no sabemos muy bien por qué. Cantamos incluso villancicos y hacemos el portal, pero a nuestro ritmo y estilo. No correspondemos a la Palabra del Señor, ni celebramos el nacimiento del Mesías y Salvador. Y, si alguien nos habla de Él, le rechazamos o le criticamos apoyándonos en su Iglesia. Como vemos hay poca diferencia de los tiempos en lo que nos lo dijo Jesús, que nos lo repite hoy también.

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