Lc 17,11-19 |
Y somos nosotros, los creyentes en Xto. Jesús y bautizados, los que tenemos que esforzarnos, en su Nombre, curar esas lepras que asolan al mundo de nuestro tiempo. Lepra de hambre; lepra de sed; lepra de trascendencia; lepra de solidaridad; lepra de egoísmo; lepra de ambición; lepra de satisfacción; lepra de ambición; lepra de sexo; lepra de odio; lepra de venganza; lepra de poder y riqueza. Y muchas más que nos amenazan con apartarnos de Dios, del verdadero Camino, Verdad y Vida.
Pero, posiblemente, tengamos que recurrir primero a Él, para que nos limpie de nuestra lepra, y sano y lleno de vida podamos entregarnos a curar a otros. Porque, sería de iluso pretender curar cuando realmente estamos nosotros enfermos. Lo que conseguiríamos sería contagiar y hasta escandalizar a otros. Primero, curarnos nosotros y luego, en Nombre del Señor tratar de curar a otros.
Por eso, nuestra primera intención es buscar al Señor y salir a su encuentro rogándole que nos limpie de todas nuestras impurezas y pecados. Y no se trata de encontrarle, quedar curados y olvidarnos de Él, como, parece, hicieron nueve de aquellos leprosos. Se trata de permanecer en el Señor y desde Él, que es quien hace todo y recibimos las fuerzas para, en su Nombre, hacer nosotros por y con su Gracia.
Tratemos, pues, de ponernos en Manos del Señor y agarrarnos fuertemente a Él, agradecidos por habernos curado de nuestras lepras, no sólo materiales, sino también espirituales, y, por su Gracia y Poder, en su Nombre, derramar toda nuestra entrega y esfuerzos en ayudar y aliviar el sufrimiento y la enfermedad de los demás.
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