miércoles, 1 de noviembre de 2017

BUSCAR LA RECOMPENSA DEL CIELO

Mt 5,1-12a
Hoy celebramos la comunión de los santos, que afirmamos y proclamamos en el Credo. Es la unidad de la iglesia triunfante, la purgante y la militante. Porque, los santos, bienaventurados y dichosos, gozan ya de la presencia de Dios y no les hace falta la fe ni la esperanza. Ellos ya han llegado al éxtasis del Amor y gozan en su presencia. Pero, también están unidos a nosotros, que seguimos el camino en la lucha diaria de este mundo, en perfecta comunión e influyendo en y por nuestra salvación desde el Cielo.

Celebramos, pues la vida sobre la muerte. El creyente en Jesús está llamada a la Vida. Una Vida Eterna que ha triunfado sobre la muerte. Y son los santos el vivo ejemplo y la prueba de lo que esperamos, es decir, de la Vida Eterna. Por lo tanto, lejos de celebrar la muerte, mañana día de los difuntos, celebramos la Vida. Una Vida que nos llena de esperanza y alegría, y nos da fuerza para continuar el camino.

Por eso, ese canto hermoso de la Bienaventuranzas, que nos inundan de esperanza y de verdadero amor. Nueve hermosas situaciones de pobreza, de mansedumbre, de llanto, de hambre y sed, de misericordia, de limpieza de corazón, de trabajo por la convivencia en paz, de perseguidos por la justicia y de todos aquellos que son ofendidos e injuriados por causa de Jesús, porque todos ellos alcanzarán misericordia y su recompensa será grande en el Cielo.

Y es que el amor esconde el dolor dentro de sí mismo, pero un dolor que como semilla de amor se transforma en frutos de gozo, de felicidad y de paz eterna. Porque, el amor se descubre y se manifiesta en el dolor de manera pura y real. Un amor sin dolor está escondido en la mentira y la hipocresía, porque el amor cuando es verdadero duele.

San Pablo lo expresa muy bien cuando lo define magníficamente en su 1ª epístola a los corintios -1ª Corintios 13, 1-13-. El amor es la levadura que fermenta toda la masa que hay en nuestro corazón. Dejémosla fermentar y transformar todo nuestro corazón en puro amor que nos conduzca a ser bienaventurados.

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