martes, 3 de octubre de 2017

OBJETIVO CLARO

Lc 9,51-56
Cuando el objetivo está claro, el camino es más firme y decidido. Renace la esperanza, aunque las dificultades no desaparezcan, en nuestros corazones. Pero, experimentamos que se hacen más llevaderas y más ligeras. Tener la meta clara es poner la primera piedra del camino y apoyarlo sobre roca firme y bien sedimentado.

Pero no basta descubrir sólo el objetivo, sino que también se hace necesario ir bien acompañado. El hombre ha sido creado para el amor, y el amor necesita la relación y el compartir. De la misma forma, el camino necesita acompañante donde apoyar tus fatigas, desvelos y debilidades. Experimentamos que las buenas compañías nos fortalecen, pero no son suficientes. Necesitamos la compañía que nos sostiene y nos llena de esperanza y fortaleza. Es el hilo conductor de nuestros pasos que nos vigoriza y nos levanta ante las adversidades y obstáculos que el camino nos va presentando.

Tengamos nuestros corazones disponibles y abiertos a la Gracia del Señor, pues también nosotros le cerramos nuestras puertas con nuestras distracciones y egoísmos. Sin darnos cuenta nos hacemos un cristianismo cómodo y de cumplimientos. Vamos a misa el fin de semana como si hiciéramos un favor. No hacemos mal, pero dejamos posiblemente de hacer mucho bien. Omitimos muchas ocasiones en las que podemos amar y servir.

Quizás tampoco nosotros entendemos al Señor. También le cerramos nuestras puertas y no estamos de acuerdo con Él. Eso de amar, incluso a los que te rechazan y no te reciben, no entra en nuestras cabezas. Tendremos que clarificar bien el objetivo porque no está nada claro. Y en ese sentido debe ir nuestra reflexión de hoy. También, pidámosle luz para encontrar respuesta que nos aclaren el objetivo.

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