martes, 28 de febrero de 2017

PONGAMOS LAS IDEAS CLARAS

(Mc 10,28-31)
Tan importante, como ser un buen discípulos de los escogidos por Jesús, es saber discernir y tener muy claro los criterios de lo que realmente nos dice el Señor. Es difícil juzgar y entender sus Palabras desde un contexto diferente como el nuestro. Nuestra vida es muy diferente a aquellos que vivieron en la época del Señor. Y las circunstancias, sin variar la esencia y el autentico sentido de sus Palabras, sí, quizás, tengan diferente aplicación.

Otra cosa a tener muy en cuenta es la respuesta de cada uno. La parábola de los talentos -Mt 25, 14-30- nos descubre que todos no hemos recibido lo mismo. Eso significa que todos no tendrán la misma respuesta. Y uno de los grandes errores dentro de la Iglesia es insistir y proponer a todos lo que tú haces y prácticas. Así, muchos movimientos y asociaciones se empeñan en añadir miembros, sin pensar en los carismas y capacidades que cada cual tiene. Todos salimos a pescar en el mismo mar para llevar a los peces a la misma pecera. Y no se trata de eso. La cuestión es posibilitar el encuentro con Jesús, y luego que cada cual descubra su vocación y donde injertarse o qué hacer. Entonces aparecen los diferentes servicios y vocaciones para elegir.

Es obvio que todos no podemos ser apóstoles ni vivir y responder con la misma radicalidad. Pues todos no somos iguales, pero sí todos podemos responder a lo que el Señor ha designado y encargado a cada uno. Eso lo sabrás tú y el Señor. Eso lo tendrás que descubrir tú con el Señor. Para eso está la oración, el diálogo con Él y poner nuestro corazón en Manos del Espíritu Santo.

¿Si todos nos vamos a las misiones, quien hace misión aquí, en nuestra ciudad, en nuestro pueblo? Si todos vamos a evangelizar allá, donde no ha llegado el Evangelio, ¿quién evangeliza aquí? Hacen falta obreros para todos los lugares y todos tenemos una medida y una capacidad para descubrir dónde tenemos que estar. Lo importante es no quedarte en sargento si tienes capacidad para ser capitán.

Dejarlo todo es poner en tu corazón al Señor. Es dejarle en centro de tu latir y vivir para que sea Él quien mande en tu vida y te llene de verdadero amor. Y experimentarás que tu vida cambia y todo tus valores se mueven de lugar, para dejar el primero y más importante el amor. El amor a los demás tal y cual lo recibes de tu Padre Dios.

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