miércoles, 8 de febrero de 2017

EL PECADO MORA DENTRO DE NOSOTROS

(Mc 7,14-23)
Nuestra naturaleza está tocada, muy herida, pero no muerta. Eso significa que hay esperanza de vida, pero no basta con nuestras fuerzas, pues la herida (pecado) es muy profunda y el Maligno nos vence siempre. La enfermedad es interna y la curación tiene que venir también de dentro. Lo externo es sólo la fachada, la apariencia, que también conviene cuidarla, pero la medicina hay que ingerirla interiormente hasta lo más profundo del corazón.

El Evangelio de hoy es tan claro que no entenderlo es casi imposible. El sentido común nos da a entender que lo que realmente mancha al hombre es el pecado, las malas intenciones. Y esas se forman dentro del corazón del hombre mal intencionado. Por eso necesitamos cambiar nuestro corazón, la sala de maquina donde se forjan nuestras buenas o malas intenciones.

Todo en Dios es bondad, pero no así en el hombre. Nuestro corazón, libre para elegir y optar, se contamina del mal, de las pasiones, fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Y herido por el pecado queda sometido y dominado. Le será imposible escapar a ellas por sus propios medios. Necesitará el concurso del Espíritu Santo, para sostenerse firme e ir cambiando su corazón de piedra por uno de carne, abierto a la acción del Espíritu y dispuesto a entregarse al amor verdadero y generoso.

Necesitamos claramente la Gracia de Dios. No podremos vencernos sin la ayuda del Espíritu Santo. Ver las cosas según las ve Dios nos es imposible solos, pero en Él será de otra forma. Vendemos nuestra alma por pequeñas cosas; por pequeñas comodidades; por un rato de ocio, que empobrece nuestra vida más que llenarla de gozo y alegría, pues se termina y nos esclaviza dependiendo de ello. Perdemos el horizonte de experimentar el gozo de estar con el Padre, y vacilamos en perderlo por un puñado de basura. Basura que sabemos que tiene sus días contado.

Busquemos limpiar nuestro interior y llenarnos de buenas intenciones. Un corazón limpio y bien intencionado para hacer sólo el bien y amar, anteponiéndote a Ti, Señor, a todas las cosas de este mundo caduco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.

Tu comentario se hace importante y necesario.