lunes, 19 de diciembre de 2016

PROFECÍAS Y MILAGROS

(Lc 1,5-25)
Muchos nos preguntamos por señales, signos o milagros que nos descubran la Divinidad de Dios, y los pedimos como pruebas para creer. Exigimos pruebas a quien nos ha dado la vida. Y, de manera soberbia, mantenemos los ojos cerrados ante lo que ocurre delante de nosotros.

En la primera lectura del Evangelio de hoy, Jueces 13, 2-7. 24-25a; se nos proclama como Dios, por medio de un ángel comunica a una mujer estéril que va a tener un hijo. Y con las mismas condiciones que, siglos después, lo hará con la mujer de Zacarías, comunicándole a este que su mujer, estéril, va a tener un hijo. Hijo, Juan el Bautista, que preparará los caminos del Señor.

Y así sucede cuando llega el momento y la hora. Todo se cumple según ha sido comunicado y narran las escrituras. ¿No significan estos acontecimientos, señales, signos y milagros el poder Omnipotente de Dios? ¿Tan cerrado están nuestros ojos que no vemos las signos proféticos que Dios nos revela y nos ofrece?

El nacimiento del niño. llamado Sansón, y luego, muchos siglos después, el de Juan el Bautista, son, entre otros, signos y señales con las que Dios ilumina y se revela a su pueblo, para terminar en la plenitud del nacimiento de su Hijo, el amado y predilecto. Nuestro Señor Jesús. Cada época tiene su señal, y en la plenitud de los tiempos, nace en Belén el Salvador y Mesías prometido, que alumbra el Camino, la Verdad y la Vida para todos los hombres.

Pidamos tener los ojos abiertos, y bien abiertos, para ver en estos momentos que nos ha tocado vivir las señales que nuestro Padre Dios nos envía en el Espíritu Santo. Abramos nuestro corazón para que bien despierto nuestros ojos vean al Salvador que quiere nacer cada día dentro de nosotros.

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