martes, 27 de septiembre de 2016

LLEGA LA HORA

(Lc 9,51-56)


El tiempo, un misterio, guarda nuestra vida como si de una caja de raudales se tratara. Pero sabemos que, gastado, tendrá que salir, pues le ha llegado su hora. Jesús, el Hijo de Dios hecho Hombre, se ha sometido voluntariamente al tiempo y espacio humano. En todo igual al hombre, menos en el pecado. 

Por su propia Voluntad ha querido guardarse en esa caja del tiempo humano, donde a cada uno le llega su hora. Y a Él, sometido y despojado de su Divinidad y Privilegios, también le ha llegado su hora. La hora de la Redención por y para nuestros pecados, y también la hora de nuestra salvación. Y, llegado el tiempo, envía mensajeros por delante en su subida a Jerusalén.

Mientras hace una parada en el camino. Concretamente en Samaría, y advierte que es bien recibido. Enterados los samaritanos que se dirige a Jerusalén no le acogen. Proyectan sus luchas con los israelitas y eso afecta a Jesús y sus discípulos. Estos enfadados quieren vengarse y contrarrestar con fuego esas desavenencia. Pero Jesús les ríe y pone calma. 

Pocas veces se enfada Jesús, para que en esta ocasión regañe a los apóstoles por sus actitudes de venganza. Jesús no ha venido a luchar contra los que no le aceptan, sino a perdonar misericordiosamente a todos aquellos que aceptan su Misericordia y perdón. Y a transformarnos nuestro gruñir, enfado y deseos de venganzas en suaves y dulces miradas de amor y misericordia.

Y lo hará en la medida que tú y yo nos dejemos modelar por sus Manos de Alfarero Omnipotente y le demos posada en nuestro corazón. Abramos, pues las puertas de nuestros corazones para que el Señor haga noche en nosotros y nos lo arregle.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.

Tu comentario se hace importante y necesario.