martes, 19 de julio de 2016

EL PARENTESCO CON JESÚS



Todos somos hijos de Dios, pero nuestro vínculo no es por la sangre, sino espiritualmente y en proporción a nuestra santidad. Es decir, en la medida que cumplamos su santa Voluntad. Por eso Jesús responde a las palabras de aquel que le anunciaba a su Madre y hermanos: « ¿Quién es mi madre y quienes son mis hermanos?». Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre».

En principio sorprende un poco, y parece como que Jesús se muestra indiferente a la presencia de su Madre. Pero lo que aprovecha Jesús para dejar claro es que su vínculo de parentesco está en relación a la santidad de cada persona con el esfuerzo y la inquietud por vivir y cumplir la Voluntad del Padre. Lo que nos une a nuestro Padre Dios es nuestra fe en Él y nuestro esfuerzo por vivir en su Palabra y Voluntad. Jesús lo deja claro.

Ahora, María es la excelencia de santidad y llena de Gracia, porque en ella se da esa premisa como ninguna. Es ella la Reina de todos los santos, porque su voluntad se entrega y se pone a disposición de la Voluntad del Padre. María, Madre de Dios y llena de Gracia. Espejo de santidad y modelo de cumplimiento en la Voluntad de Dios.

Por eso, lejos de estar indiferente y aparentar ignorar la presencia de María y sus hermanos, nombre dado en esa época y en la cultura judía a los parientes cercanos, Jesús lo que hace es ensalzar el nombre de María, su Madre, porque es ella la primera en cumplir la Voluntad de su Padre celestial.

Reflexionemos sobre las Palabras de Jesús y sobre la actitud de María, modelo y ejemplo que nos ilumina y nos guía para enseñarnos a vivir en la Voluntad del Señor.

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