sábado, 19 de diciembre de 2015

¿QUÉ FUERZA TIENE TU FE?

(Lc 1,5-25)

En muchas ocasiones decimos que tenemos fe, pero lo decimos de forma ligera y superficial sin medir bien las palabras. Porque la fe supone un compromiso, y el compromiso unas exigencias que se experimentan y concretan en tu propia vida. De tal forma que, si la vida no altera y modifica tu obrar y caminar según la Palabra de Dios, en la que dices creer, tu fe está apoyada en arenas movedizas.

¿Y cómo la modifica? Una fe sin obras es una fe muerta. La fe produce obras, obras de misericordia, que nos viene muy bien recordar este año que celebramos el jubileo de la Misericordia, proclamado por el Papa Francisco. Obras de misericordia corporales que inciden en nuestra vida, como: 1ª dar de comer al hambriento; 2ª da de beber al sediento; 3ª alojar al que no tiene casa y al peregrino; 4ª vestir al desnudo; 5ª visitar a los enfermos; 6ªvisitar a las personas y redimir al cautivo y 7ª enterrar a los muertos. La fe está viva cuando se esfuerza en llevar estas actitudes y servicios para con los que lo necesitan.

Pero también hay otras siete espirituales, que inciden en nuestra propia vida espiritual, tales como: 1ª enseñar al que no sabe; 2ªdar buen consejo al que lo necesita; 3ª corregir al que se equivoca; 4ª perdonar las injurias; 5ª consolar al triste; 6ª sufrir con paciencia los defectos de los demás, y 7ª rezar por los vivos y muertos. Una fe verdadera desemboca en esta realidad misericordiosa.

En el Evangelio de hoy, Zacarías, nos descubre su débil fe. Pide pruebas de lo que el Ángel Gabriel, enviado por Dios, le anuncia. Y eso supone dudas y desconfianza. ¿No nos ocurre a nosotros lo mismo? Ahora mismo en estas elecciones generales, quizás, modifiquemos nuestro voto católico por el mal llamado voto útil justificándolo para evitar males mayores. ¿Es qué la vida se puede negociar? No sé si ha sido una casualidad que este Evangelio coincida con el día de reflexión previo a las elecciones, porque nos viene muy bien que, serenos y tranquilos, pensemos cuál es nuestra actitud ante la elección de dar nuestro voto.

Dios nos ve, y el Espíritu Santo nos asiste y acompaña. Nuestra coherencia de fe exige fidelidad y confianza en el Señor. Lo que ocurra será responsabilidad de los hombres, y eso no nos exime de la nuestra. Dios que nos ve responderá a nuestra fe dándonos su protección, y eso será siempre lo mejor para cada uno de nosotros. La acción de Zacarías nos debe ayudar y valer para corregirnos y, guiados por la acción del Espíritu Santo, actuar según la Palabra de Dios.

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