viernes, 18 de diciembre de 2015

DIOS NO CREÓ SIN CONTAR CON NOSOTROS

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(Mt 1,18-24)

No hizo Dios las cosas sin contar con María y José. Es verdad que creó el mundo y sus criaturas sin pedirles permisos. Pero, una vez creadas y libres, ha contado con el permiso de ellas para encargarles una misión concreta. María y José fueron elegidos para ser padres de su Hijo Jesús, y para ello fue enviado el Ángel Gabriel, anunciándole, primero a María el nacimiento de Jesús, y luego, el Ángel del Señor, revelándole a José el proyecto de Dios.

Ambos lo aceptaron, sobre todo María, que dejó su proyecto esponsal con José y, fiada de la Palabra del Ángel Gabriel, abrió su corazón a la Voluntad del Padre. Pero, también José, superando sus dudas y fuertes tribulaciones terminó por abrir su corazón a lo que el Ángel del Señor le reveló en sueños. Ambos dejaron sus proyectos de vida, para aceptar el proyecto de salvación de Dios. En ese sentido, ambos han sido directos colaboradores en el plan de redención del Señor, y por el cual todos los hombres hemos sido salvados.

Nada más oportuno que aprovechar este momento glorioso para reflexionar la Palabra de Dios, y tratar de preguntarnos sobre nuestros proyectos propios y sobre los proyectos que Dios nos pide. Quizás no hemos, hasta ahora, prestado la suficiente atención a escucharlos, o quizás, distraídos por los ruidos del mundo, hemos perdido la oportunidad de buscar momentos de silencio y de escucha a la Palabra de Dios que nos interpela y nos habla.

Nunca lo sabremos en este mundo si no buscamos esos momentos. Prestar atención es la única forma de encontrar espacios de silencio y de escucha. Habrá que limpiar el hilo conductor de nuestra vida, para que limpio y libre, pueda pasar nítida la Palabra del Señor. La polución y contaminación mundana obstruye la vía por donde el Señor nos habla, y ahoga y diluye su Palabra, de la que el demonio se encarga de impedir que llegue.

María y José son ejemplos de silencio y escucha que nos sirven para aplicarlos a nuestra vida. Pidamos esa Gracia y dispongamos nuestro corazón para que en él se pueda establecer esa conexión que nos permita escuchar y oír la voz de nuestro Padre Dios.

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