domingo, 15 de noviembre de 2015

TE ESPERAMOS SEÑOR

(Mc 13,24-32)


Nuestra esperanza está fundada en la Palabra del Señor. No seguimos a un muerto, sino que vivimos en Alguien que Vive y que está con nosotros. Y nos ha prometido su segunda venida triunfante a poner fin a este mundo y a llevarnos al lugar que ahora nos prepara para cuando Él venga,

Es una fiesta y una gran esperanza. ¡Estamos salvados!, porque el Señor ha pagado con su Muerte de Cruz nuestro rescate, y eso significa que con su segunda venida empezará un mundo nuevo, un mundo de justicia, de amor y de paz. Un mundo de gozo pleno y eterno.

Ahora, todo depende de nuestra respuesta. Ahora es el momento de responder, porque cuando llegue nuestra hora, no habrá tiempo. Este es nuestro tiempo de salvación, que ya está pagado, rescatado y que, sólo depende de nuestra respuesta. Y para ello, no estamos solos. Nos acompaña el Espíritu Santo, que nos anima y nos fortalece, que nos ilumina y que nos da la sabiduría de discernir lo bueno de lo que hay desechar y evitar.

Somos unos privilegiados, hermanos, porque sabemos que Jesús no nos engaña, y que su Palabra es Palabra de Vida Eterna. y Él, que con su Muerte y Resurrección, nos ha salvado, nos ha prometido regresar para darnos Vida plena y Eterna. Y, lo mejor, es que no sabemos la hora ni el instante en que eso sucederá. Eso nos obliga a estar siempre esperando y preparados, y evitar que nos despistemos y nos desviemos.

Por eso, la Iglesia, madre y protectora, nos acompaña, nos guía y nos anima a estar siempre preparados en el ejercicio de los sacramentos. La oración y la Eucaristía, apoyado en nuestro arrepentimiento contrito lavado en la Penitencia, nos preparan y nos dan la Gracia del Espíritu para vencernos y rechazar las tentaciones que el mundo nos ofrece para desviarnos del camino..

Y en esa actitud y esperanza te damos gracias, Señor, y te esperamos expectantes aguardando tu segunda venida. Una emoción y un reto que nos mantiene ilusionados y esperanzados cada día de nuestra vida. Realmente vale la pena. Gracias, Señor.

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