miércoles, 9 de septiembre de 2015

POBRES PARA ALCANZAR EL VERDADERO REINO, EL REINO DE DIOS

(Lc 6,20-26)
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Ser pobre no es esencialmente no tener dinero, sino va más allá, no desearlo. Porque hay muchos que siendo pobres respecto al dinero, su espíritu está poseído por las riquezas porque viven pendiente del dinero y de conseguir algún premio que les dé esa posibilidad.

Pero hay otra clase de pobreza más profunda, y quizás más difícil de alcanzar, la espiritual. Sólo aquel que experimenta esa pobreza podrá entender todas las demás. Quizás es por lo que el Señor empieza por la pobreza. Porque el pobre de espíritu se abaja y se hace humilde; porque el pobre de espíritu es capaz de soportar la soberbia del suficiente, y también las imposiciones de los que, envidiosos, quieren que le envidien y que deseen su falsa y aparente felicidad.

Porque todas las carencias de cosas que nos puedan hacer sufrir serán saciadas y colmadas, quizás de otra manera, en la eternidad. Esa es la esperanza que alimenta esta vida y que conforta y ayuda a superar con alegría y gozo estas dificultades terrenales. Cuando uno experimenta el hambre y sed del mundo entiende muchas cosas que de otra forma le son vedadas. Y su espíritu se fortalece hasta el punto de superar todas estas contrariedades que hoy se sufren.

Es de  esta perspectiva como se puede entender a los miles y miles de refugiados que sufren la persecución y el martirio por causa de su fe y de las guerras entre los hombres. Es como se explica la sonrisa hallada en sus rostros a pesar de las perdidas y calamidades que sufren. 

Hay esperanza, hay promesa de una vida mejor y se está en el camino. El niño ahogado ya lo ha logrado, aunque no era ese su deseo, ni lo es tampoco el de las miles de personas que sufren hoy. Pero es la cruz que nos imponen llevar lo que se creen dueños del mundo y no se sienten pobres hijos de un mismo Padre. Así ocurrió con Jesús, y se entregó a una muerte de Cruz por la salvación de todos.

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