viernes, 7 de agosto de 2015

EL AMOR EXIGE SACRIFICIO Y RENUNCIA, Y ESO ES CALVARIO

(Mt 16,24-28)


No se puede amar cómodamente ni sin arriesgar todo y toda tu vida. Porque en la medida de lo que arriesgues, así amarás. Quien arriesgue poco, amará poco, y quien mucho, amará mucho. Así, aquella mujer pecadora que le lavó y perfumó los pies, fue perdonada porque amó mucho.

Seguir a Jesús significa amar, pues de no estar dispuesto a hacerlo, tampoco podrás seguirlo. Y amar exige dar todo lo que tienes y puedes, al máximo, sin cortapisas ni medianías. No hay excusas, porque Él te ha y te ama así. Te lo ha dado todo, hasta tu libertad y la posibilidad de negarle y rechazarle. 

Ahora, ten paciencia, porque el amor no se agota en un día ni se puede dar todo en un día. Necesita tiempo y camino. Y Jesús es el Camino, así que lo primero y lo único es caminar con Él. Él te irá enseñando, en ese día a día, como caminar y superar la dureza del camino, sus obstáculos y las tentaciones que el Maligno tratará de ponernos para que tropecemos. Paciencia, mucha paciencia y confianza. Confianza en el Señor, porque no nos ha dejado sólo. 

Está con nosotros, con la Mano tendida y atento a nuestras suplicas y ruegos. Así que no dejes de rogar, de suplicar, de pedir. Nos lo ha dicho por activa y pasiva: Pidan y recibirán; toquen y se les abrirá. Y ha enviado al Paráclito, el Espíritu Santo, para que nos asista y nos defienda. Así que parodiando el argot deportivo, y con el permiso de nuestro Padre Dios, tenemos el mejor Tridente, Padre, Hijo y Espíritu Santo, el único, el más poderoso y el que nos puede dar lo que buscamos: la plenitud eterna.

El seguimiento, y eso es de sentido común, implica estar a las duras y a las maduras. Eso significa que habrá momentos placenteros, alegres y agradables, y otros que exigirán lucha, sacrificio, sufrimiento y dureza, pero nunca tristeza, porque estar triste es perder toda esperanza, y lo que nunca perderemos es la esperanza de que Dios nos quiere, y nos quiere salvar, Y tiene poder para ello.

Esa es la alegría más grande que podemos tener, la de sabernos salvados, a pesar de los aparentes peligros, sufrimientos y muertes que nos puedan amenazar, pero que nunca podrán matarnos, Porque Dios nos ha creado para la Vida, Vida Eterna que ha puesto en tus manos y que te ha regalado la posibilidad de que tú elijas: salvación o muerte.

Pidamos al Padre, confiados en su Misericordia, que nos dé la sabiduría de perseverar con paciencia y fe su segunda venida donde establecerá su prometido Reino de Dios. Un Reino de Justicia, de Amor y de Paz.

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