viernes, 21 de agosto de 2015

AMAR A DIOS PARA AMAR AL PRÓJIMO

(Mt 22,34-40)


No te empeñes en amar al prójimo si primero no amas a Dios. Pero, ¿qué es eso del amor? ¿Sentir o experimentar deseo de alguien? Amar es estar comprometido en buscar el bien de otro o de otros. Es, por lo tanto, un compromiso por buscar la verdad, la justicia y la paz. Eso origina y da nacimiento a la buena convivencia entre todos los hombres.

Experimentar ese deseo, que todos los hombres, valga la redundancia, lo experimentan, es amar. Y ese amor sólo lo puedes satisfacer plenamente en Dios. Por eso, sin amar a Dios, vano serán todos tus esfuerzos y tus desvelos. De ahí que Jesús nos haya dicho que el primer y más importante mandamiento es amar a Dios sobre todas las cosas. Porque desde ahí podrás amar a los hombres según el Amor de Dios y según su Voluntad.

Se hace necesario estar injertado en el Espíritu Santo para, de Él, recibir la Gracia y la paciencia para soportar las diferencias, los obstáculos, caracteres y demás dificultades que viven y nacen en la convivencia de cada día. Amar exige aceptar, comprender y soportar las diferencias que viven en los corazones de cada persona, y eso será imposible hacerlo sin estar injertado en el corazón del Amor de Dios. De todo lo cual se deduce que el primero de todos los mandamientos es el Amor a Dios.

Ser consciente de que cada acción realizada con esfuerzo, compromiso y entrega en cada persona es una oración y un beso de amor al Padre Dios, aunque no sintamos nada, porque no está en nosotros el sentirlo. Todo es gracia de Dios. Sólo Él basta como decía santa Teresa. 

Ser conscientes de esa realidad nos puede ayudar a superarnos y a comprender que amar no es cosa solo de afectos, sentimientos y emociones, sino también de un verdadero compromiso por la verdad, la justicia y solidaridad. Pero sobre todo a dejarnos llevar por el Espíritu de Dios y a abrirle nuestro corazón para que nos llene de esa sabiduría que nos transforme y nos dé la fuerza y la capacidad de servir, que es el único y verdadero fruto del amor.

Pidamos al Señor que nos dé la Gracia de estar disponible para servir, porque en el servicio encontramos la oportunidad de amar como Dios quiere que amemos.

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