jueves, 9 de julio de 2015

SIN EXIGENCIAS NI PODERES



Como ovejas entre lobos sabiendo que el Espíritu de Dios está entre nosotros. Sabiendo que en el peor de los casos ganamos la gloria y el gozo eterno con nuestra propia muerte. La experiencia de vencer el miedo de la muerte te llena de gozo y alegría, porque, ¿a quién temer si la muerte ha sido vencida? ¿No es eso vivir la experiencia y la proximidad del Reino de Dios?

Ante esta experiencia gozosa desaparece el miedo al ridículo, a las burlas o desprecio. Es más, te sientes satisfecho y alegre de sufrir por proclamar el mandato del Señor. Y esperanzado de alumbrar a aquellos que se experimentan lejos, agnósticos, sin esperanza y rendidos a la muerte. Porque debemos tomar conciencia que llevamos la Luz, la Esperanza, la Vida y la Felicidad plena. 

No hablamos de mediocridades, ni de experimentos, ni de probaturas. Hablamos del Reino de Dios. Reino que ya ha llegado, que está entre nosotros. Porque Jesús, el Reino de Dios, Vive y está entre nosotros. Él ha vencido la muerte y nos ofrece la oportunidad de vencerla nosotros también.

Es posible que ante estas proclamaciones, muchos puedan reírse y hasta burlarse. Hoy el Evangelio nos dice cómo actuar (Mt 10,7-15) y nos previene de posibles rechazos. El hombre es libre y el Mensaje de Jesús respeta sus decisiones. Eso sí, no hay porque insistir, pecado que quizás la Iglesia ha cometido en muchos momentos de su historia. Simplemente nos dice Jesús que sacudamos el polvo de nuestros pies al salir de su casa o del pueblo.

No hablamos de realidades del pasado, sino que las vivimos en la actualidad. Hoy hay muchos rechazos, pero la Iglesia continua su misión: "Proclamar el Reino de Dios", un Reino que está entre nosotros y que construimos en la medida que vivimos y establecemos lazos de fraternidad, de justicia y verdad, valores del Reino de Dios.

Y fieles a la misión que nos ha sido encomendada, continuamos nuestra humilde labor desde este humilde, valga la redundancia, blog, donde nos esforzamos e intentamos reflexionar cada día la Palabra de Dios a través del Evangelio y alumbrados desde el Espíritu Santo.

Y aprovechamos para, unidos a todos los que nos visitan, nos leen y se esfuerzan en darle vida a la Palabra, pedirle al Señor la sabiduría, la voluntad y las fuerzas necesarias para dar vida a esta Palabra en cada instante de nuestra vida. Cada renuncia por amor, es un tesoro guardado en nuestra cuenta particular del Cielo, donde el Señor nos regala (ciento por uno) el interés justo a nuestro amor. Amén.

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