lunes, 15 de junio de 2015

VENGANZA ORIGINA VENGANZA

(Mt 5,38-42)


Sabido es por todos que la venganza trae como consecuencia directa más venganza. Hay historias que se prolongan varias generaciones alimentadas por la venganza. En mi país, España, por ejemplo, la guerra civil sigue en la actualidad alimentando venganza entre los de izquierda y los de derecha.

La mal llamada memoria histórica tiene como base y alimento esa venganza, que subyace dentro de los que vivieron esa experiencia de enfrentamientos y la transmiten a su sucesores. Sólo el amor que sustenta el perdón, se vislumbran como el arma que puede acabar con esos deseos de venganza. No hay otro camino.

Jesús nos lo enseñó con su Pasión y Muerte de Cruz. No se reveló contra la injusticia de su condena, pero la denunció injusta, sin pruebas ni argumentos: «Si he hablado mal, demuéstrame en qué, pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?» (Jn 18,23). Buscar la paz; actuar con bondad y mansedumbre y pacíficamente, no significa resignarse y actuar renunciando a nuestros derechos, sino todo lo contrario, defenderlos sin violencia buscando la concordia, la justicia y la paz.

No es nada fácil, sobre todo cuando algunos quieren imponer sus criterios e intereses y están dispuestos a pasar por encima de sus hermanos. Ocurre como sucedió con Jesús. Nuestra vida queda amenazada porque estorba y denuncia la mentira y la falsedad. La violencia no es buena y revuelve el corazón del hombre, porque él está hecho para amar y no para violentarse. Y tarde o temprano comprende que su actitud violenta no le genera correspondencia de amor ni de paz.

Mientras no se proponga la verdad, la justicia y el perdón, difícilmente reinará el amor entre los hombres, y si eso no ocurre, la violencia se hará con el poder y el reinado será de injusticias, mentiras, luchas y poder. Estaremos lejos de Dios y enfrentados a una lucha de muerte. La violencia no tiene futuro, sino horizontes de muerte.

Aprendamos del Señor que fue bondadoso, generoso y manso, y estableció el Reino de su Padre Dios con la fuerza y el poder del amor. Amén.

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