miércoles, 20 de mayo de 2015

UN DIOS PADRE, ÚNICO Y VERDADERO DIOS

(Jn 17,11b-19)


Hay un sólo Dios y un sólo camino de salvación. No hay otros dioses ni otra forma de ser dios sino la que reveló el Señor Jesús. Un Dios Padre que nos ama y nos cuida, y que acabada la misión de su Hijo Jesús, es requerido por éste para que no nos deje solos y nos proteja de los peligros del mundo.

Esta es la gran diferencia. Nuestro Dios es el único y Verdadero porque es un Dios Amor. Un Dios que se implica en nuestra salvación y que se hace el único y verdadero camino por el que podemos salvarnos. Mientras otros dioses nos dan una doctrina, método o normas para que las cumplamos, manteniéndose ellos fuera de nuestro camino, el Dios de nuestro Señor Jesús nos invita a caminar con Él y a dejarnos conducir y salvar por su Misericordia y Amor.

No nos salvamos nosotros por nuestro cumplimiento y esfuerzo, sino que es la Gracia del Dios revelado por el Hijo quien nos redime por su Misericordia y Amor. Sí, nos hace libre para que, colaborando con Él, pongamos en sus Manos el regalo de nuestra libertad y, dejándonos amar dejemos redimirnos por su Amor. 

Jesús nos revela hoy al Único y Verdadero Dios que nos busca y se hace el encontradizo para ofrecernos su Amor incondicional y su Misericordia Infinita. Él es el Mesías prometido, el Hijo de Dios Vivo, que se hace Hombre para, entregando su Vida por nosotros, pagar un rescate de salvación que sólo está al alcance del Dios Verdadero. 

Jesús ruega al Padre, momentos antes de su Ascensión, pidiéndole que nos proteja ante los peligros del mundo, para que, fortalecidos e iluminados por su Gracia, seamos capaces de superar las pruebas y obstáculos que el mundo nos ofrece. Nunca pactando componendas que nos separen el amor a Dios del amor al prójimo. Porque es precisamente en el amor a los hombres donde Jesús es glorificado al entregar su vida por la salvación de todos.

Por eso, Señor, consciente de mis pecados, mis fracasos y debilidades, te entrego mi vida y mi libertad para que, glorificada en Ti, sea capaz de amarte a Ti amando a los hombres. De manera especial a los más pobres, desposeídos, enfermos y necesitados. Sé Señor que no estoy a la altura de lo que Tú me has dado y me pides, y que nunca lo estaré sin Ti, pero no pierdo la esperanza de que, por tu Gracia, mi corazón sea transformado. Amén.

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