jueves, 16 de abril de 2015

SI CREES EN EL HIJO TIENES VIDA ETERNA

Juan 3, 31-36
Es así de fácil, y también así de difícil. Quién cree en el Hijo tiene Vida Eterna. Sin embargo, ¿qué difícil es creer? Y si reflexionamos un poco, comprenderemos que es lógico que así sea, pues no tendría sentido común que Jesús nos convenciera en un abrir y cerrar de ojos, porque lo puede hacer. Nos preguntaríamos: ¿Para qué entonces hacernos libres?

¡Claro, no se explica que nos haga libres, para después quitarnos esa libertad de decidir! Si somos libres tendremos que decidir por nosotros mismos, y eso implica que elijamos seguirle o rechazarle. Y también está claro que Dios tiene que quedarse al margen, y, aunque nos envía a su Hijo para que nos ayude a ver claro, la última palabra en la decisión de creer nos corresponde a nosotros.

Por eso, creer nos cuesta y se nos hace difícil. ¡Pero no estamos solos! Tenemos la promesa de Jesús que nos envía al Espíritu Santo. Y el Espíritu nos asiste y nos ilumina. Pedro y otros han sido iluminados por el Espíritu cuando en algunos momentos de su vida han hablado, y nosotros también lo somos cuando decidimos creer en Jesús. Tenemos muchas razones para hacerlo, porque dentro de nuestro corazón está sellado y escrito que nuestro destino empieza y termina en Jesús. 

Mientras nuestra vida no descanse en Él, nuestra felicidad no será completa. Pero el peligro está en que nos perdamos y nunca lleguemos a descansar en Él. Porque también nos ha dicho: Pero el que es rebelde al Hijo no verá la vida, porque la cólera divina perdura en contra de él. El problema es serio y no tiene gracia. Nos juzgamos nuestra vida futura, porque está ya sabemos como es, y también donde termina. No es cuestión de perder el tiempo, ni tampoco de quedarnos quieto. Tendremos que tomar una decisión y asumir nuestra responsabilidad.

Mirar para otro lado no es sino echarle tierra al asunto y actuar de forma irresponsable, y pensar que ya habrá tiempo o que el Señor tendrá piedad de nosotros. Y es que la piedad y Misericordia ya la está teniendo ahora esperándonos pacientemente y llamándonos a través de muchas circunstancias y acontecimientos. Quizás estas humildes reflexiones pueden ser una de esas llamadas.

¡Señor, danos la sabiduría de no mirar para otro lado, sino escuchar tu Palabra y ponernos en camino!

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