miércoles, 29 de abril de 2015

LOS SABIOS Y ENTENDIDOS ESTÁN CIEGOS POR SU SOBERBIA Y SUFICIENCIA

 (Mt 11,25-30)


Está claro que el Mensaje de Jesús va dirigido a todos los hombres. No hay banderas, ni nada que pueda levantar barreras que los haga diferentes. La Buena Noticia es para todos, buenos y malos; blancos y negros; ricos y pobres, sabios y necios. Todos están incluidos en el Amor del Padre, porque todos son sus hijos.


Y esas diferencias sólo nos indican que los más privilegiados o beneficiados están obligados a ser solidarios y generosos con los que menos han recibido. Porque solo de esa forma se puede vivir el amor. Si nadie necesita a nadie, tú y yo no podemos darnos en amor. Se hace, pues necesario que unos necesiten y otros puedan dar.

En ese sentido descubrimos que la riqueza, así como la pobreza, en lugar de ser injusticia son oportunidades para realizarnos en el amor. Porque ese privilegio de ser rico te salva cuando tú eres capaz de compartirlo con el menos rico. Compartirlo en las necesidades primarias y necesarias para vivir dignamente. La pobreza y necesidades de muchos países del mundo son la oportunidad para otros, pues simplemente compartiendo tendríamos un pie en el Cielo.

Jesús nos lo dice muy claramente: Cuando diste un vaso de agua a aquel sediento, a Mí me lo diste... etc). Nos lo pone hasta fácil. Se trata simplemente de luchar contra nuestro egoísmo y ser generoso. De ahí podemos comprender que a los ricos les cuesta más ganar el cielo en la medida que tienen más que dar y compartir y su egoísmo les pierde.

No sólo su egoísmo material, sino también intelectual. Porque en la medida que su riqueza les proporciona oportunidades y medios para formarse y saber, se sitúan en una escala de saber que les hace sentirse superiores, sabios y capaces de interpretar las leyes y cosas de Dios a su manera. ¿Cómo rebajarse oír al Hijo del carpintero, un sencillo y humilde Hombre?

Es el peligro de las riquezas y de la intelectualidad. Quizás radique ahí uno de los mayores pecados y peligros que se nos cuela sin darnos cuenta. Pidamos ser humildes y dejar que Dios conecte con nosotros.

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