martes, 24 de marzo de 2015

UN DIOS PADRE

(Jn 8,21-30)


Un Dios implacable, pendiente del cumplimiento de las leyes y presto a castigar a todos los que se las salten o no cumplan como es debido. Este es el Dios esperado por los fariseos. Un Dios que castiga a los que no cumplen como lo hacen ellos.

Desde este pensamiento, los fariseos no entienden a Jesús, que nos presenta un Dios lleno de misericordia y abierto al perdón. Un Padre Dios que es primero Padre. Padre lleno de Amor y de perdón. Un Padre Dios que abre los brazos, nos acoge y espera que depositemos en Él toda nuestra confianza y toda nuestra fe.

Jesús nos habla de nuestro Padre Dios. Su Padre Dios, del que hace, Él, su Voluntad. Y nos lo presenta con la esperanza de que, creyendo en Él, creamos también en su Padre. Porque quien cree en el Hijo, cree también en el Padre.

Jesús nos habla de lo que el Padre nos tiene preparado a los que creen en su Hijo, y nos presenta un Padre amoroso, pendiente de cada uno de sus hijos a los que espera para darle la eterna felicidad en su Casa Celestial. Una espera que pasa por depositar nuestra fe en Jesús, el Hijo de Dios Verdadero.

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