lunes, 23 de marzo de 2015

CUANDO PRIMERO TE MIRAS TÚ MISMO

(Jn 8,1-11)


Las cosas se ven de otra manera si, primero, tratas de meterte dentro de ti mismo y ponerte en el lugar del otro. Supongo que eso fue lo que hicieron aquellos escribas y fariseos que llevaron delante de Jesús a aquella mujer sorprendida en adulterio.

Sorprendidos también por Jesús, aquellos escribas y fariseos, que habían aprovechado la oportunidad de poner a Jesús en un aprieto con el juicio de la mujer sorprendida en adulterio, quedaron desarmados ante la invitación de Jesús a ponerse en el lugar de aquella mujer. «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra»

Y no cabe ninguna duda que, mirados en su interior, se vieron también como tales pecadores sin ninguna diferencia con aquella mujer. Quizás a nosotros nos ocurre lo mismo. Basta mirarnos con un poco de paciencia y serenidad, para descubrir toda la suciedad que nos cubre y nos mancha todo nuestro corazón. Posiblemente esa mirada interior nos impedirá actuar de forma inquisidora y severa, y ser más misericordiosos.

Quisiera pararme en la despedida que Jesús le da a esa mujer: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más». Jesús, que, sin condiciones, nos regala y ofrece su perdón, con un amor misericordioso, nos invita también a cambiar de vida. Ese ofrecimiento: ...y en adelante no peques más» implica un propósito y actitud de esfuerzo de no volver a pecar.

Danos Señor la Gracia de ser persistentes y perseverantes en el esfuerzo de mantenernos puros en vivir según tu Voluntad, y no volver a pecar. Amén.

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