martes, 10 de febrero de 2015

LAS MANOS LIMPIAS Y EL CORAZÓN SUCIO

(Mc 7,1-13)


Posiblemente ocurra eso. Muchos de nosotros nos cuidamos de ir bien vestidos y muy bien presentados. Un día de fiesta todos lucimos muy bien, pero, ¿y nuestro corazón? Está tan limpio como relucen nuestros vestidos y nuestros cuerpos.

No es lo importante lo de afuera sino lo de dentro. No es lo más importante la ley, sino el espíritu de la ley. Porque la ley debe estar siempre al servicio del hombre. Por desgracia escogemos la parte más favorable y fácil de cumplir: leyes y preceptos, y los adecuamos a nuestros intereses con tal de escapar al verdadero espíritu de servicio y caridad.

Nos descolgamos de nuestra familia alegando que no tenemos tiempo, pero si lo tenemos para el ocio y la diversión; nos descolgamos de ser solidarios justificando otras necesidades superfluas y de menor importancia. Nuestra actitud busca la comodidad y el propio egoísmo. Y lo sabemos, pero nos dejamos auto engañar y distorsionamos la realidad. Así nos escondemos detrás de nuestras leyes y preceptos.

Jesús, en el Evangelio de hoy, descubre nuestra actitud farisaica y nos señala de actuar escondiendo la verdad y la justicia para utilizarla en provecho propio. Pongámonos en Manos del Espíritu Santo, a corazón descubierto, para que nos purifique y nos ilumine fortaleciéndonos para ser limpios de corazón y vivir en el Espíritu de la Verdad.

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