lunes, 9 de febrero de 2015

EL CONTACTO HACE EL MILAGRO

(Mc 6,53-56)

No cabe ninguna duda que la distancia genera olvido. De la misma forma, la falta de contacto hace que se pierda la confianza y la fe. Experimentamos que nos emocionamos y no toca el corazón el oír una homilía o una buena charla, o la experiencia cercana al sufrimiento y las injusticias de pobreza y miserias.

Pero, alejados de esos ambientes e introducidos en nuestras confortables vidas, hogares, trabajos, sociedad, hoteles, confort y bienestar, perdemos la sensibilidad, la memoria y hasta el olvido de los que sufren. La pérdida de contacto nos aleja de Dios. La falta de oración y acercamiento a la Eucaristía y Penitencia no hace perder el contacto con Dios.

Y sin contacto con Él perdemos todo: la fe, la capacidad de orar, el sentido de la renuncia y sacrificio y hasta la solidaridad con los que sufren y padecen miserias y pobreza por las injusticias de los gobiernos de este mundo. ¿Cómo podemos curarnos, no sólo de nuestras dolencias y males físicos, sino también de las enfermedades de nuestra alma si no tocamos al Señor?

Y tocamos al Señor cuando nos acercamos a Él y entablamos una íntima conversación; nos acercamos al Señor cuando somos capaces de reconocernos pecadores y necesitados de su perdón; nos acercamos al Señor cuando, humildemente, tratamos de dejarnos tocar por su Gracia y confiamos en su Poder.

¡Oh, Señor, danos la fuerza para acercarnos a Ti y tocar tu Manto confiados en que quedaremos sanados de los peligros y tentaciones de este mundo! Amén.

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