jueves, 27 de noviembre de 2014

TRAS LA APARENTE DESTRUCCIÓN TRIUNFA LA VERDAD

Lc 21, 20-28

Cuando vemos que las cosas empeoran y que las familias se destruyen, pensamos que a este mundo le falta poco. Hay momentos que nos parece vivir en el caos, pero otros que es milagroso, a pesar de estar las cosas como están, que se pueda vivir con respeto y dignidad.

Cierto es que todo dependerá del lugar y de las circunstancias. También de los gobiernos, de las ideologías y de la fe. Mientras en unos lugares la vida se respeta y defiende, en otros se mata y no se le da valor; mientras en unos gobiernos impera la ley del más fuerte, la imposición y la fuerza, en otros hay libertad y se lucha contra el posible mal que haya.

Pero también abunda la corrupción. Corrupción política, familiar, educativa, de justicia, de libertad, de fe. Echando una mirada global en este mundo con tendencia globalizadora, apreciamos que las cosas están más mal que bien. Y vivimos con la amenaza de destrucción, de enfrentamientos y de guerras. Sin embargo, para los creyentes en Jesús, la esperanza es otra. 

La perpectiva es optimista, porque el Señor nos invita a tener la cabeza levantada y despertar la esperanza porque se acerca nuestra liberación. No hay nada que temer, como diría san Juan Pablo II, porque el Señor viene, según su promesa, a poner las cosas en su sitio y a darnos la Gloria eterna. Por lo tanto, estos signos de tragedia, de caos y corrupción se convierten para los creyentes en signos de esperanza y liberación.

Danos, Señor, la fuerza de perseverar pacientemente y esperanzados en tu segunda venida, y de permanecer firmes en tu Palabra y en tu Amor. Amén.

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