lunes, 17 de noviembre de 2014

¡SI NUESTRA FE FUERA COMO UN GRANO DE MOSTAZA!

(Lc 18,35-43)

Bartimeo parece que, su fe, llegaba a ese grano de mostaza. Porque conmovió a Jesús e hizo que le escuchara y le curara. No significa, ni quiere decir esto, que Jesús no nos escuche y nos atienda. Siempre lo hace, sino que la insistencia de Bartimeo, que haces días Jesús nos la recuerda y aconseja en el Evangelio, le da los frutos anhelados y testimonia su fe.

Es esa insistencia y fe la que mueve al Señor a responderle: Jesús se detuvo, y mandó que se lo trajeran y, cuando se hubo acercado, le preguntó: «¿Qué quieres que te haga?». Él dijo: «¡Señor, que vea!». Jesús le dijo: «Ve. Tu fe te ha salvado». Y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios.

Recordemos la parábola del juez injusto. La insistencia y perseverancia es vital para descubrir y probar nuestra fe. Quien no insiste no parece importarle mucho lo que desea. Deja ver que puede pasarse sin ello y deja de esforzarse en persistir y perseverar en la petición. Descubre que su fe no es fuerte ni grande, ni siquiera llega a ser como un grano de mostaza.

La fe nos fortalece y nos da valor para romper todas las barreras: miedos, respeto humano, vergüenza...etc. Bartimeo es ejemplo de ello. Nadie, por mucho que le increpaban, le hacía callar. Su fe y su confianza en que Jesús le devolvería la vista le daban la fuerza para continuar con sus gritos. Pero la sorpresa mayor sería la de encender en su corazón la vista de la Fe.

¿Buscamos nosotros la luz, no sólo para ver el sol y los colores del mundo, sino la de la Fe, que nos ilumine el corazón y nos enseñe el verdadero camino hacia la Casa del Padre?

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