martes, 7 de octubre de 2014

LA VIDA NOS AGITA

(Lc 10,38-42)
 
De repente y sin darnos cuenta nos vemos inmersos en una agitación inesperada. Todo parece complicarse y las prisas nos desesperan y pensamos que el mundo se nos viene encima. Hay situaciones que pueden estar justificadas pero otras, la mayoría, son productos de nuestros nervios, de tener el corazón ocupado por cosas, que si no superfluas, sí secundarias, y de segundo orden.

Eso parece que experimentó Marta al verse agitada con tanta animación a la hora de servir y atender a Jesús y sus acompañante. El observar que su hermana María yacía serena, tranquila y en paz escuchando a Jesús le desesperó aun más. ¿Cómo podía permitir Jesús que María estuviese quieta escuchándole, mientras ella se devanaba los sesos en serviles? ¿Nos ha ocurrido a nosotros eso alguna vez?
La respuesta de Jesús fue fulminante, supongo ante el asombre de Marta: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada».
Quizás nos asombramos nosotros también, porque el mundo nos agita y nos acelera, muchas veces por cosas inútiles y otras no tan necesarias. Nos experimentamos corriendo y agitados por cumplir con nuestros compromisos, y quizás queremos abarcar más que lo que debemos. Pensamos lo bueno que somos, lo competentes que somos, lo importantes que somos. Y todo lo que podemos hacer. Y es entonces cuando se nos viene encima el mundo.

Hagamos como María, escuchemos a Jesús y, tranquilos y en paz, sirvamos como Marta sin preocuparnos tanto ni agitarnos por no poder hacerlo mejor. Sólo podemos servir con lo que somos y podemos, y eso lo sabe el Señor muy bien. No nos pedirá más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.

Tu comentario se hace importante y necesario.