martes, 30 de septiembre de 2014

SÓLO EN LAS CARENCIAS NOS PERFECCIONAMOS

(Lc 9,51-56)

La vida es elección, y en esa elección unos eligen la propia vida y otros eligen la muerte. Por y para eso se nos ha dado libertad y el buen gusto por las cosas buenas y la búsqueda de la felicidad. Pronto, no hace falta ser muy avispado, experimentamos que las cosas de este mundo nos gustan, pero no llegan plenamente a darnos esa felicidad buscada. Necesitamos algo más.

Y ese algo más nos lleva a la búsqueda de Dios, un Dios que en el Amor nos hace sus hijos y nos salva. Y que en nuestra propia experiencia de amor descubrimos lo que tanto buscamos, la felicidad, y una felicidad eterna. Por eso, el camino del Señor está apoyado en el amor, y el amor excluye todo mal, toda venganza y toda respuesta violenta. 

Es el caso del Evangelio de hoy. Los discípulos quisieron responder con violencia al rechazo samaritano de alojamientos de aquellos que se oponían a qué Jesús entrara en Jerusalén. Había divisiones y diferencias, y esas divisiones como también diferencias no existen donde vive el amor. Porque de ser así dejaría de ser amor. Jesús deja claro su misión. Ha venido a salvar no sólo a los que piensan de una manera sino también a los que piensan de otra. Todos son sus hijos y sus hermanos en la adopción del Padre que lo ha enviado.

Descubramos esas imperfecciones, que nos limitan y nos separan, para que, en el esfuerzo de despojarnos de ellas, encontremos el camino de unidad al que el amor nos llama. Y no lo hagamos solos, sino en la actitud dócil al Espíritu Santo y en la compañía de los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael que el Padre nos envía para defendernos y protegernos. Amén.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.

Tu comentario se hace importante y necesario.