sábado, 30 de agosto de 2014

RECIBIR PARA DAR




(Mt 25,14-30)

Es justo y hasta necesario dar una vez hayas recibido, porque siempre puedes compartir de lo que tienes, y también puedes acrecentarlo. Lo recibido no es para guardarlo en bien y provecho propio. Se nos ha dado para que tengamos la oportunidad de compartir, y compartiendo, amar. Sería un gran error enterrarlo en nuestro corazón para no perderlo o guardarlo para nosotros solos.

Tampoco debemos tener miedo de perder lo que hemos recibido. Dios nos lo ha dado para que circule en provecho de todos, porque todos somos sus hijos. Así, los talentos recibidos están destinados para el bien común, y nosotros somos sólo meros administradores de esos dones recibidos. Eso sí, debemos poner todos los talentos recibidos, con toda nuestra buena intención, al servicio de todos sin temor a perderlos.

Nuestra responsabilidad está en hacerlo todo lo mejor que podamos, sin descartar nuestras limitaciones y posibles errores a los que estamos sujetos. El Señor nos pide nuestra entrega y disponibilidad. Todo lo demás dependerá de Él.

Se nos ha dado unos talentos que debemos descubrir y negociar. Negociar para ponerlos al servicio de los demás y al bien común. Mirar para otro lado es rechazar nuestra vocación de amar y encerrarnos en nuestro propio egoísmo.

Danos Señor la fortaleza, la paciencia, sabiduría e inteligencia para rendir todo lo que me has dado según tu Voluntad. Amén.

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