jueves, 28 de agosto de 2014

CONTINUAMOS DORMIDOS POR EL ACUNAMIENTO DEL MALIGNO

(Mt 24,42-51)


Nos dejamos someter y esclavizar por las luces de este mundo, un mundo de apariencias y caminos falsos que conducen todos al mismo lugar:  al vacío y al sin sentido. Pero lo peor no es eso, sino nuestra propia incapacidad de reacción. Juntamos nuestras manos y nos dejamos encadenar con el yugo de las apetencias y apegos que alimentan nuestra esclavitud y debilitan nuestra voluntad.

No somos conscientes del peligro que supone no saber la hora ni el momento. Podemos ser sorprendidos sin estar preparados porque la hora de la muerte no avisa. Eso nos debe alertar a estar en constante vigilia acercándonos a los sacramentos, penitencia y Eucaristía, y al constante esfuerzo de vivirlos en el amor y el desprendimiento con los demás.

Ser vigilantes nos empuja a estar atentos a la Palabra del Señor que cada día nos habla y nos alumbra el camino que debemos seguir. Hoy, por ejemplo, nos recuerda la necesidad de estar vigilantes y pendientes de la venida del Señor, porque en el momento de nuestra hora tenemos la cita más importante de nuestra vida. Y de ella dependerá el gozo y la alegría vivida en vida eterna.

Sabemos que la última hora no será consecuencia de un momento, sino que será la trayectoria de cada día. Por eso hoy, el Evangelio nos invita a perseverar y estar vigilantes para que no nos sorprenda la llegada del momento final en este mundo sin la actitud y el esfuerzo del vivir cada día en la presencia del Señor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.

Tu comentario se hace importante y necesario.