martes, 22 de abril de 2014

LA EXPERIENCIA DE LA FE

(Jn 20,11-18)


La duda está dentro de nosotros. Dudaron los apóstoles, Magdalena y todos los discípulos. Y hoy seguimos dudando los que todavía caminamos por el sendero de la Cruz. E imagino que el Señor sabía y sabe todo eso de nosotros, y así y todo se dejó crucificar por amor a todos nosotros. No hay prueba mayor de amor que entregar la propia vida.

La experiencia de Magdalena fue tal que teniéndole delante de sus propios ojos no fue capaz de distinguirlo ni de verlo. Y mira si ella no había escuchado y contemplado al Señor en muchos momentos de su vida. Sin embargo, no le reconoció. Y fueron las palabras de Jesús Resucitado al pronunciar su nombre las que la devolvieron a la pura realidad: El Maestro estaba allí presente, delante de ella, Vivo y Resucitado.

Sin ningún quizás, a nosotros nos ocurre lo mismo. Estamos ciegos, confusos y distraídos por las luces y los problemas de este mundo. Y tan imbuida nuestra mente por la razón y por lo que ven nuestros ojos que no somos capaces de ver ni experimentar al Señor. Necesitamos, como María, oír su voz, escuchar decir nuestro nombre y creer profundamente en sus Palabras.

Pero, para eso debemos ir a su encuentro. Tal y como hizo María Magdalena. Acercarnos a su sepulcro para contemplar su gloriosa Resurrección, y aplacar nuestra sed de dudas en su Resurrección y en su presencia gloriosa entre nosotros.

¡Ven Señor Jesús y danos la fe de tu Resurrección y el valor de proclamarlo a todos los hombres! Amén.

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