lunes, 10 de marzo de 2014

CON LOS MÁS PEQUEÑOS

(Mt 25,31-46)


No se trata de dar a cualquiera. Hay una indicación clara a los que se debe dar: Y el Rey les dirá: ‘En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis’.Hay que subrayar lo de más pequeño, porque se trata de hacerlo con los necesitados y los que carecen de lo más básico o que están enfermos.

Los sanos y suficientes no necesitan ayuda, pues lo tienen todo. Están tan satisfechos hasta el punto que se olvidan de los que necesitan y carecen de casi todo. Son los cabritos que nadan en la abundancia y olvidan dar y darse. Se cierran a las necesidades de los otros endureciendo sus corazones. Y cuando lo hacen, lo hacen en su propio nombre y para su propia alabanza. 

No lo hacen en el nombre del Señor, ni considerando que en cada uno de esos necesitados mora el Señor. Lo hacen por y para su propia vanidad. Y se extrañaran de no ver al Señor porque tienen sus ojos cegados por sus egoísmos y sus avaricias. 

Nuestra salvación consistirá en eso, en vivir nuestro amor en y para los demás. No cuentan las Eucaristías, ni los rosarios u oraciones, sólo cuenta que el amor recogido y alimentado en las Eucaristías, rosarios y oraciones sirvan para que compartamos nuestra vida con los demás dándonos y sirviendo a los más pequeños y necesitados: Entonces dirá el Rey a los de su derecha: ‘Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme’.

El amor se concreta en el servicio y la ayuda al necesitado.

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