jueves, 27 de febrero de 2014

CARGA TU CRUZ


(Mc 9,41-50)


Se hace difícil entender cuando nuestra mente y nuestro corazón está apegado a este mundo y a las cosas de este mundo. Es necesario primero una mirada al Señor para, fortalecidos en el Espíritu Santo, seamos capaces de encontrar fuerzas para vivir el Mensaje de Jesús, que no es otra cosa sino la búsqueda de nuestro propio bien.

Experimentamos que en este mundo hay cosas que aun gustándonos, nos perjudican. A nadie se le esconde que el fumar es malo, y el beber demasiado es perjudicial para la salud. Todo necesita una moderación y tiene un límite. De la misma forma, el amor tiene sus sacrificios y sus renuncia, porque amar a favor de la corriente deja de ser amor para convertirse en egoísmo.

Hay muchas circunstancias en nuestra vida que nos exigen renuncia, sacrificio y entrega sin condiciones. Los niños indefensos y con minusvalías e imperfecciones; el egoísmo de un esposo o esposa que rompe el matrimonio; la rebeldía de un hijo/a que rompe la armonía familiar; este apego o vicio o aquella envidia o tentación, enfermedad...etc. Son manos, pies u ojos que debemos arrancar para que no sean motivos de pecados y pérdida del Reino de Dios.

Aunque ahora, en este mundo, el camino se haga difícil e insoportable, recuerda que la travesía por el desierto del pueblo de Israel también lo fue. Pero al final, llegar a la tierra prometida es lo verdaderamente importante, y todo lo demás pura quimera finita y caduca.

Vale la pena entrar cojo, ciego o manco en el Reino de Dios que con los dos ojos, pies o brazos quedar fuera.

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