lunes, 30 de diciembre de 2013

LA VIGILIA DE ANA

(Lc 2,36-40)


José lleva a su familia a cumplir con todo lo que marca la ley. No hay privilegios sino obediencia según la ley dispone. Y en este cumplimiento, Ana, una mujer mayor, viuda, que en un momento de su vida cambia y toma la decisión de dedicar toda su vida al Señor con ayunos y oración, encuentra la dicha de presenciar este acontecimiento único de la presentación del primogénito en el templo.

El Señor la sorprende vigilante, despierta, atenta y en constante oración. Y se abre la puerta y encuentra al Mesías prometido en ese Niño Dios nacido en Belén. Y lo proclama a todos aquellos que le esperan, alabando a Dios y presentando al Niño a todos los esperanzados en la redención de Jerusalén.

¿Vivimos nosotros esa misma esperanza de redención? ¿Significa para nosotros la Navidad el recuerdo y la celebración de esa esperanza de sentirnos redimidos y salvados en el Niño nacido en Belén?

Pidámosle al Señor que nos dé la luz y la sabiduría de entenderlo así, entonces nuestra esperanza será grande y gozosa.

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