martes, 31 de diciembre de 2013

LA VIDA ESTÁ EN LA PALABRA

(Jn 1,1-18)


Y la vida es de Dios. Pero la ignorancia de los hombres se adueña de la vida y la mata, porque todo lo que los hombres hagan de espaldas a Dios se corrompe y se vuelve maligno, pues están sujetos al pecado y corrompidos por la lujuria y la carne.

Y eso les empuja a autoengañarse, a justificarse para cambiar la realidad al espejismo. Todo lo que el hombre construye es aparente felicidad, apoyada en muerte y desolación. La ceguera es terrible, pues pretende construir un mundo mejor y feliz sobre la muerte de ingente inocentes que viven y nacen en el seno de sus madres.

Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Éste vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por Él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz. Pero los hombres, soberbios y autosuficientes, no le creyeron y determinaron ser sus propios dioses. Dioses que matan y que someten; dioses que apoyan su divinidad en el poder y la fuerza; dioses egoístas de carne, de madera, de materia...

La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre.

Y vive dentro de nosotros, sólo necesitamos escarbar un poco para darnos cuenta de que Él mora en nuestros corazones, pues lo buscamos y lo necesitamos aunque no nos demos cuenta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.

Tu comentario se hace importante y necesario.