sábado, 2 de noviembre de 2013

SÓLO NOS PIDE NUESTRAS MISERIAS

(Lc 23,33.39-43)

Un padre siempre es un padre. Es verdad, que aquí en la tierra hay algunas excepciones, pues los hombres están tocados por el pecado y su humanidad, débil y pecadora, se comporta de forma egoísta hasta siendo padres. Sin embargo, el sentido común y la lógica nos invita a experimentar que un padre siempre está dispuesto a dar todo por un hijo. 

Si esto es así respecto a nuestros padres de la tierra, ¿qué será con respecto a nuestro Padre del Cielo que entregó a su Hijo a una muerte de Cruz por cada uno de nosotros? Nuestro Padre sabe de nuestras miserias y pobreza; sabe de nuestras debilidades y limitaciones. Y sabe lo difícil que supone para nosotros mantener la integridad y la limpieza de corazón. ¿Y sabiéndolo se entregó a una muerte de Cruz por nosotros?

Así es, y eso fue lo que experimentó el buen ladrón cuando sientiendo el dolor y sufrimiento de Jesús a su lado, quedó conmovido, e iluminado por el Espíritu exclamo: «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino».

Gracias Señor por ese santo temor que me mueve a experimentar que Tú eres verdadero Hijo de Dios. Y, repitiendo las sabias palabras del buen ladrón, con él quiero pedirte yo lo mismo con la esperanza de poder escuchar, por tu Amor y Misericordia: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso».

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