miércoles, 13 de noviembre de 2013

SENTIR AGRADECIMIENTO

Lc 17, 11-19


Cuando la necesidad apremia pedimos ayuda. Y lo hacemos de forma muy suplicante y prometemos un agradecimiento eterno. Y es verdad, posiblemente lo sentimos y lo pensamos cumplir, pero luego la realidad nos revela que con mucha frecuencia nos olvidamos de hacerlo.

No encuentro ninguna explicación para que procedamos de esa manera, pero experimento que nos sucede y que todos estamos sujetos a esa debilidad. La única salida que le veo es pensar en nuestra fragilidad humana, débil y pecadora, que se experimenta tocada y limitada por el pecado original. Somos de barro y sanados de la enfermedad, sintiéndonos fuertes experimentamos bastarnos por nosotros mismos y olvidamos pronto la gratitud a quien nos sanó.

Hoy, Jesús se sorprende de la gratitud de los diez leprosos curados. Sólo uno, precisamente el más alejado y desvinculado del pueblo de Dios, vuelve eufórico dando gracias hasta postrarse a los pies de Jesús. ¿Es qué no fueron curados diez? ¿Dónde están los otros nueve? Y le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado».

¿Seremos también nosotros salvados por nuestra fe?  ¿Tenemos una fe que nos impulsa a sentirnos agradecidos por todo lo recibido? Y en las tribulaciones, tragedias o fracasos, ¿descubrimos también la necesidad de experimentarnos agradecidos de Dios?

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