lunes, 22 de julio de 2013

¡NO ESTABA EN EL SEPULCRO!

(Jn 20,1-2.11-18)


¡Estaba sorprendida!, María Magdalena no podía ni imaginar que el cuerpo de Jesús no estuviese en el sepulcro. ¿Dónde podía estar? ¡Menos, imaginar que hubiese resucitado! Luego, no sabían ni esperaban que Jesús resucitase, y, por supuesto, no habían entendido nada.

Sin embargo, Jesús les había cautivado y sus palabras les había dejado esperanzado el corazón. Aquel Hombre respiraba vida, y vida eterna. Vida que daba sentido a la vida y llenaba de esperanza y gozo el corazón. Y sin embargo no habían imaginado que estaba vivo.

Podemos, desde ahí, imaginar que supuso para María y los apóstoles despertar al conocimiento de experimentar que Jesús había Resucitado. Y, por supuesto, eso explica el despertar de sus vidas y la nueva orientación que emprendieron. El camino empieza con la Resurrección, y Resurrección significa nuevo comienzo, nuevo camino, nuevo hombre.

Al camino le precede el encuentro, y el encuentro se produce en la Resurrección. No obstante cuando celebramos, exultamos proclamándola como el fundamento de nuestra fe. Y es que sin Resurrección no se encuentra el camino ni se percibe meta. El camino es un camino de vivos, de Resurrección.

Gracias Señor por tus Palabras llenas de esperanza con las que me haces hijo de tu Padre: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios».

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