martes, 25 de junio de 2013

BUSCARÁS AIRE CUANDO NECESITES RESPIRAR

Mat. 7, 6.12-14
Nunca nos molestaremos ni inquietaremos por buscar mientras no necesitemos lo buscado. Es decir, mientras el aire no me haga falta para respirar, seguiré respirando de forma inconsciente y sin darme cuenta el valor del oxigeno. Sólo cuando estamos en apuros, luchamos desesperadamente por conseguir aquello que resuelve nuestro apuro.

De la misma forma, nunca buscaremos a Dios si nuestro corazón lo que desea son las cosas de este mundo. Estaremos inquietos por estas cosas, y las de Dios nos serán indiferentes. Por eso, la Palabra de hoy nos dice: "No deis a los santos a lo perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; las pisotearán y luego se volverán para destrozaros".

Los instalados y acomodados en sus poltronas no lo acogerán jamás porque no les interesa, no lo necesitan. Es más, les irrita. ¿Para que hablar de Dios cuando falta la buena voluntad de escuchar? Tiempo más que perdido. Es lo ocurrido al joven rico, aunque tenía buenas intenciones, su apego a las cosas de este mundo cerró su corazón. ¿Puede estar ocurriéndonos a nosotros lo mismo?

Es cuestión de analizarnos y reflexionar. No por hablar más claro abrimos nuestro corazón, sino por responder confiados y abandonados a la Palabra del Señor. Necesitamos experimentar hambre y sed para buscar al Señor, y saciarnos en Él (Palabra y Eucaristía) para alimentarnos y crecer en Él.


Nunca nos molestaremos ni inquietaremos por buscar mientras no necesitemos lo buscado. Es decir, mientras el aire no me haga falta para respirar, seguiré respirando de forma inconsciente y sin darme cuenta el valor del oxigeno. Sólo cuando estamos en apuros, luchamos desesperadamente por conseguir aquello que resuelve nuestro apuro.

De la misma forma, nunca buscaremos a Dios si nuestro corazón lo que desea son las cosas de este mundo. Estaremos inquietos por estas cosas, y las de Dios nos serán indiferentes. Por eso, la Palabra de hoy nos dice: "No deis lo santo a lo perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; las pisotearán y luego se volverán para destrozaros".

Los instalados y acomodados en sus poltronas no lo acogerán jamás porque no les interesa, no lo necesitan. Es más, les irrita. ¿Para qué hablar de Dios cuando falta la buena voluntad de escuchar? Tiempo más que perdido. Es lo ocurrido al joven rico, aunque tenía buenas intenciones, su apego a las cosas de este mundo cerró su corazón. ¿Puede estar ocurriéndonos a nosotros lo mismo?

Es cuestión de analizarnos y reflexionar. No por hablar más claro abrimos nuestro corazón, sino por responder confiados y abandonados a la Palabra del Señor. Necesitamos experimentar hambre y sed para buscar al Señor, y saciarnos en Él (Palabra y Eucaristía) para alimentarnos y crecer en Él.

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