jueves, 21 de marzo de 2013

SEGUIMOS CIEGOS

(Jn 8,51-59)


Decimos que creemos, pero seguimos igual. Nuestra vida no cambia, persigue lo mismo y busca donde nunca encontrará. Porque la felicidad y eternidad que el hombre busca no se encuentra en el camino que el hombre recorre. No está el tesoro donde el hombre se dirige, se necesita un cambio de rumbo, una actitud diferente, una conversión en el pensar y en el querer, un giro de la voluntad.

Oímos, pero no escuchamos, pues ante la Palabra nuestra vida sigue el mismo rumbo. Queremos ser eternos, y Jesús, sabiendo nuestras aspiraciones, nos promete y ofrece esa eternidad. Nos pide que creamos en Él, pero no reaccionamos, al contrario, nos escandalizamos y le creemos poseído por un demonio.

No le entendemos, pensamos con nuestros criterios finitos y razonamos desde nuestra naturaleza humana limitada. Creemos en Dios, pero no creemos en el enviado de Dios. Nos contradecimos a cada momento. Por un lado nos gloriamos de conocer a Dios, pero en realidad no le conocemos, pues no lo percibimos en la gloria del Hijo, el enviado por el Padre Dios. 

Sus Palabras y Obras no las aceptamos. Estamos verdaderamente ciegos. Tienen delante ante sus propias narices al Hijo de Dios, Dios y Hombre verdadero, y no se dan cuenta. Sus prodigios y sus manifestaciones no les bastan. Están embotados, cerrados de corazón, llenos de irá y soberbia, y necesitados de humildad para ver con claridad. ¿Nos ocurre hoy a nosotros lo mismo?

2 comentarios:

  1. Pienso que sí. Tenemos delante a todos esos 'pequeños hermanos' con los que se identifica el Señor cuando dice: "conmigo lo hicísteis", y no somos capaces de verle a El. Tenemos aún mucho que aprender.

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  2. No hay mayor error que buscar donde no hay. Nos pasamos buscando la felicidad buscándonos, valga la redundancia, a nosotros mismos y resulta que la felicidad está en todo lo contrario, olvidarnos de nosotros para darnos al bien de los demás. Y claro, ¿cómo la vamos a encontrar?
    Un fuerte abrazo en el Señor.

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