miércoles, 13 de marzo de 2013

¡DIOS MÍO, VIDA ETERNA! ¡ES ESO LO QUE QUIERO!

(Jn 5,17-30)

¡Y seguramente también todos los hombres del mundo! Porque nadie quiere morir, ni tampoco sufrir. Sin embargo, muchos, porque no le conocen, o porque no tienen paciencia para escuchar y entender, buscan esa felicidad en cosas de este mundo caduco. Y en las cosas caducas que contiene.

La felicidad no se consigue a base de dinero, de poder, de bienes, de pasiones y sexo, de prestigio, de honores, de...etc. La felicidad solo se consigue olvidándote de ti y dándote a los otros. La felicidad solo se consigue cuando alcances la libertad de no estar sometido a nada de este mundo, y eso solo se consigue muriendo a ti mismo. La felicidad solo se consigue por amor, verdadero amor. Ese amor que solo nace de nuestro Padre Dios.

En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida. ¿Hay alguna oferta mayor y mejor? 

No os extrañéis de esto: llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz y saldrán los que hayan hecho el bien para una resurrección de vida, y los que hayan hecho el mal, para una resurrección de juicio. Y no puedo hacer nada por mi cuenta: juzgo según lo que oigo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado».

Hay solamente dos alternativas, o crees o no crees. Jesús lo deja muy claro: aquellos que oigan su voz serán salvados, más los otros, los que la rechacen, serán juzgados. Nuestra vida no tiene otro sentido, de forma que ir por otro camino es falso, no sirve de nada y mal gastamos el tiempo que tenemos para salvarnos. Ese es el verdadero sentido.

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