viernes, 15 de marzo de 2013

CUANDO LLEGA LA HORA

(Jn 7,1-2.10.14.25-30)

Todos tenemos nuestra hora. La hora de la venida a este mundo, la hora de nuestro bautizo, la hora de nuestro primer trabajo, la hora de nuestra boda, nuestro primer hijo...etc. Cada uno tiene momentos importantes en su vida que determinan unas horas concretas. Pero hay una hora que es la de mayor importancia, es la hora de nuestra misión que termina con nuestro final en este mundo.

Jesús, también vivió su vida aquí en este mundo, pendiente de su hora, la hora de la consumación de su Sí a la Voluntad del Padre. Es la hora de la Cruz, de su preciosísima entrega por la salvación de todos nosotros. Muchos pretendía adelantar esa hora, le buscaban con la intención de matarle, pero antes, Jesús, tenía una misión que hacer, no había llegado su hora.

Y, ocurre hoy también, no aceptamos el mensaje de alguien al que conocemos. Nadie es profeta en su tierra. Parece que necesitamos que nos hable alguien al que no conocemos su procedencia u origen. Sabían quién era Jesús, y eso les impedía abrir los ojos. ¿Nos ocurre hoy eso también a nosotros?

Consumada la hora de Jesús, la Iglesia continua su labor en la tierra. Tenía que terminar Él para que empezará la Iglesia, por Él fundada, su obra redentora. Y en ella, la Iglesia, cada uno de nosotros tenemos también nuestra propia hora, nuestra propia misión. Pidamos al Padre que en el Espíritu Santo sepamos y nos esforcemos en consumar esa hora a la que hemos sido llamados.

2 comentarios:

  1. Me uno a tu petición, Salvador. Que vivamos siempre el santo abandono para no oponernos jamás a la voluntad de Dios.

    ResponderEliminar
  2. No hay ningún momento más glorioso que la hora de nuestra muerte. O dicho de otra forma, la hora de nuestra cita con el Señor. A partir de ahí podemos gozar y ser felices eternamente.
    Un abrazo en el Señor.

    ResponderEliminar

Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.

Tu comentario se hace importante y necesario.