domingo, 23 de septiembre de 2012

SER ÚLTIMO PARA SER PRIMERO

 San Marcos 9, 30- 37

Al revés del pepino, si quieres llegar el primero procura quedarte el último. Es algo que no se entiende bien, porque eso del servicio, a pesar de todo, no nos entra muy bien en la cabeza. Quizás podamos entenderlo, pero vivirlo se hace casi imposible.

Imposible cuando tratas de hacerlo desde la opción personal, cuando te empeñas, porque nos es más fácil, emprenderlo desde tus propias ideas y planes. Y lo que resulta es que desde ahí si se hace verdaderamente imposible. Sin Mí nada podrán hacer, nos dice Jesús. Y esa es la clave de nuestro éxito o no.

Sólo en el Señor podemos ser capaces de buscar ser los últimos para hacernos un puesto entre los primeros. Y no se trata de tener ese objetivo como prioridad, sino que cuando olvidándote de ti te das a los demás es cuando los demás te colocan en el primer puesto.

Basta observar a nuestro derredor para darnos cuenta que todos aquellos que entregan su vida al servicio de los demás son elevados a los altares. Incluso no sin pretenderlo, es más, renunciando. En amor en clave de ágape es tan fuerte que los que lo reciben te empujan irresistiblemente a los primeros lugares.

No hay otro atajo, para llegar al Padre hay que amar como Jesús nos enseña. Y esa enseñanza no es otra cosa que amar, lo que verdaderamente te cuesta: amar al enemigo, al que no te hace la vida agradable, al esfuerzo constante de hacerte pequeño y humilde.

Por eso, quienes seamos capaces de abrazar a ese niño confiando, inocente, puro, bien intencionado, justo e ingenuo ante la intelectualidad del sabio, del engreído, prepotente, suficiente, capaz de creer que se basta a sí sólo... Ese ocupará los primeros puestos. Amén.

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