jueves, 27 de septiembre de 2012

LA CURIOSIDAD PUEDE SER...

 ... deseaba conocerlo y ver alguno de sus milagros»  ver Lc 9 7-9
el primer paso, pero la experiencia nos dice que la mayoría de las veces se queda en nada. Sí, experimentamos que suele pasar eso. Nos sentimos atraídos por esa semilla de la curiosidad plantada en cada uno de nosotros, pero, por desgracia, no la cultivamos con pasión ni esmero y se nos muere enseguida.

Ocurre que, cuando satisfecha esa curiosidad las expectativas esperadas no son correspondidas, nos quedamos perplejos, confundidos, sin reacción alguna, y terminamos por marcharnos. No continuamos alimentando esa curiosidad de conocer, pues lo que hemos vistos le ha respondido a nuestra curiosidad.

Así es, esperábamos otra cosa. Precisamente aquella que nosotros nos habíamos formados, y ese Jesús no responde a ellas. Y le pasó a Judas, y también nos ocurre a muchos de nosotros. Herodes también experimentó lo mismo. No teníamos idea de que ese Jesús que tanta expectativas había levantado fuera ese hombre sencillo, humilde, callado y sin respuestas a nuestras preguntas pretensiosas, provocativas, desafiantes...

¿Esperábamos otro Mesías? ¿Un Mesías poderoso, fuerte, invencible, arrogante, dominador y sometedor de enemigos? ¿Es ese nuestro Mesías? ¿Un Mesías de poder y dominio? Pues seguro que ese no es Jesús. Jesús es otro tipo de Mesías.

Jesús es un Mesías de perdón, de misericordia, de servicio, de humildad, de paciencia, de solidaridad, de salvación, no sólo del cuerpo sino también del alma. Jesús es un Mesías de vida, pero no de una vida efímera, caduca o perecedera, sino de una Vida con mayúscula, una Vida plena, llena de gozo y revestida de eternidad. Para siempre. 

Jesús es el enviado del Padre por Amor, y ese Amor, Voluntad del Padre nos lo ha venido a dar, simplemente a regalárnoslo de forma gratuita y con una condición: "Que amemos nosotros también como Él nos ha amado y enseñado con su vida". 

Ahora sí, ese es el Jesús esperado, el que salva y da la vida por nosotros. Amén.

2 comentarios:

  1. Dios no defrauda nunca. Si nos sentimos defraudados es porque lo que queremos muchas veces es que Él haga nuestra voluntad, y no que se haga la voluntad de DIos en nuestras vidas.

    Un abrazo!

    ResponderEliminar
  2. Pienso lo mismo. Un padre siempre quiere el bien de sus hijos y busca que sean felices. ¡Imaginemos que hará el Señor!
    Un fuerte abrazo en Xto. Jesús.

    ResponderEliminar

Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.

Tu comentario se hace importante y necesario.