sábado, 5 de mayo de 2012

UN DIOS LEJANO, UN DIOS CERCANO

Juan 14, 7 - 14

A pesar de todo, seguimos viendo a Dios muy lejos, algo inalcanzable, alguien que está pero no aquí, junto a nosotros. Nos cuesta a los que creemos estar en la Iglesia, y les cuesta, quizás más, a aquellos que están aparentemente alejados o conocen muy poco de Él.

Dios es algo abstracto para muchos, algo que razonablemente debe existir, pero sin nombre ni apellidos. Alguien misterioso y que no tiene voz sino que ha creado el mundo y habla por la boca de lo que cada uno hace y piensa. Yo creo en Dios, pero no en la Iglesia, solemos oír muchas veces y a mucha gente. Yo creo en Dios pero actúo según mis planes, mis ideas y mis intereses. Es decir, la vida me la organizo según me parece.

Y hoy, Jesús, en el Evangelio lo deja todo claro: «Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto». Felipe («Señor, muéstranos al Padre y nos basta») colabora con su inquietud y busca, para que Jesús lo aclare mejor todavía: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: ‘Muéstranos al Padre’? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras.

Es gratificante, esperanzador y gozoso experimentar que en Jesús vemos al Padre, y en el Padre vemos a Jesús. Son dos Personas, pero un solo Dios. Benditas esas palabras de Tomás: "Señor mío y Dios mío".

Demos gracias a Dios por el maravilloso regalo de su Hijo, a través del cual le hemos conocido. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.

Tu comentario se hace importante y necesario.