lunes, 9 de abril de 2012

Y ASÍ CONTINUA OCURRIENDO


Mt 28, 8-15. Jesús les salió al encuentro y les dijo, alegraos...

No es de extrañarnos que esto siga sucediendo en nuestros días. Lo observamos de forma notable a diario, cada semana, en el mundo del deporte entre otros. Los que pierden justifican, menos ver la verdad, su pérdida por efectos de los jueces del partido, los árbitros, en lo que respecta a los partidos de fútbol. Todos buscan una justificación para mantener su autoengaño.

Distorsionamos la realidad con tal de configurarla a nuestros intereses. La falseamos y adulteramos de forma que, aun siendo irreal, se ajuste a la realidad que nosotros queremos ver y nos interesa. Así, la Resurrección de Jesús se disimulo con un engaño, con una mentira para esconder la realidad. Y a los ciegos, porque querían ser ciegos, no les costó creerlo. Era y es lo más fácil, lo que nos asegura nuestra confortable y cómoda zona de confort. Nuestra vida vivida según nosotros, no según la Voluntad de Dios.

Es la consecuencia del tener, porque cuando se tiene, riquezas y poder, cuenta desprenderse. Por eso son los pobres, los que nada tienen, los que se entregan a la verdad. No tienen nada que perder, y sí mucho que ganar.

 Recodermos lo del joven rico... Cambiamos una vida sometida a las esclavitudes del cuerpo, hambre, sed, enfermedad, apegos, vicios, pereza, cansancio, debilidades, drogas. tentaciones, sufrimientos...etc., por una vida liberada, gozosa, feliz, donde el espíritu domina y dirige al cuerpo. Es la Resurrección gloriosa que observamos en nuestro Señor Jesús.

Preferimos estar sujetos a nuestra corporalidad humana, limitada y finita y no aspirar a una libertad de espíritu, donde sea el espíritu quien domine al cuerpo. Preferimos cambiar esta realidad gloriosa e infinita, por la esclavitud de estar sometidos por los apegos y esclavitudes del cuerpo. Porque Jesús, con su Resurrección, nos libera de nuestra condición corporal, para darnos, unida a nuestro cuerpo, una dimensión espiritual liberada del mismo y liderada por el espíritu.

Disparatamos cuando no creemos en la Resurrección de Jesús. Una Resurrección confirmada, testimoniada, demostrada en las numerosas apariciones a sus apóstoles y discípulos. Una Resurrección certificada por el poder de alterar las leyes de la naturaleza, los milagros, que solo pueden obedecer a Aquel que las ha creado. ¡Verdaderamente el Señor ha Resucitado!

Y nada más verdadero que aquellos que no lo reconocen y permanecen ciegos a la Verdad. 

Pidamos al Señor, nuestro Dios, que nos aumente nuestra confianza en Él, y en consecuencia, nuestra fe en sus Palabras y testimonios. Amén.

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