jueves, 19 de abril de 2012

SÓLO JESÚS IMPORTA Y BASTA

Juan 3,31-36. “El que cree en el Hijo, tiene vida eterna; ...

Cuando todo se te desploma, y no porque te ocurran cosas grandes ni trágicas, sino pequeñas cosas que te salen, como solemos decir, mal. Cuando pierdes un billete que has comprado, cuando pierde el equipo de tu vida, cuando no te salen las cuentas... Y descubres lo pequeño, lo frágil y débil que eres, y lo poco que cuesta perder la paciencia, tu propia confianza y llenarte de soberbia.

Es, en esos momentos, cuando debes pararte y reconocerte pobre y necesitado de dejar entrar mucha, mucha humildad en tu corazón. Porque solamente en la humildad puedes encontrarte tú mismo, y encontrado, encontrar a Jesús.

Porque es sólo Él lo que importa, y todas las demás preocupaciones pasan a segundos términos. Desaparecen y pierden toda nuestra atención, y dejan de ser, al menos, tan importantes. Sí, no podemos evitar que sigan ahí, porque son parte de este mundo, y nosotros vivimos en él, pero dejan de ser fin y pasan a ser medios, lo que siempre deberán ser.

Y cuando los medios sirven para conseguir el fin, que es llegar a un encuentro pleno con Jesús, cobran sentido y valor. Mientras, son simplemente cosas que no sirven sino para complicarnos la vida si las ponemos como fin. Sólo el que viene de arriba está por encima de todo, y sólo Él basta.

Y cuando haces esa reflexión y tratas de ponerte en sus Manos, empiezas a notar que la paz te invade y todo recobra su lugar. Renace la esperanza, el gozo y la alegría, y la vida descubre su belleza y su color. Todo lo que hasta ahora te podía violentar y atormentar, se difumina y queda minimizado. Experimentas entonces que son cosas sin valor, y que sólo lo tienen cuando están referidas al encuentro con Jesús.

Pero hay una cosa más, empiezas a darte cuenta que a ese Jesús le encuentras de forma más directa en tu comportamiento con los que están a tu lado. Se enciende la luz, porque tu vida recobra toda la fuerza necesaria para emerger con sentido, con esperanza, con entusiasmo, con paciencia, con valor, con constancia, con alegría... Sientes un impulso que te empuja y que te devuelve a la lucha diaria por convertirte en amor.

No perdamos de vista que sólo Jesús es lo Único importante. Nuestra mejor oración es ponerlo a Él en el centro de nuestra vida. Amén.

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